Hoy escuchamos:  El diente de león, un cuento sobre el esfuerzo y la perseverancia, un cuento sobre el valor de la gratitud escrito por Fanny Tele.

1 Antes de escuchar el cuento busca en el diccionario el significado de 10 palabras que tal vez no conozcas.

  • atrapar
  • lienzo
  • pinceles
  • soplaba
  • archivando
  • apuntó
  • arco iris
  • atardecer
  • guardó
  • escapó

 

2. Escucha el cuento.

 

3 Responde las siguientes preguntas.

¿Qué le gustaba hacer a Laura desde pequeña?

¿Con qué soñaba Laura? ¿Qué quería ser de mayor?

¿Por qué le gustaban tanto los dientes de león a Laura?

¿Qué pedía cada año al diente de león?

 

4 Finalmente, lee el cuento El diente de león.

Laura soñaba desde muy pequeña con ser pintora y poder atrapar el cielo. Antes de echar a andar, aprendió a pintar. Era su manera de correr sin moverse. Porque pintando, podía viajar y si cerraba los ojos, podía ver colores que sólo existían en su mente.

Laura lo pintaba todo: pintaba en las hojas, en el suelo, en la pizarra que le compró su madre, en las servilletas de papel y hasta en la pared, porque para ella era un lienzo enorme que la llamaba por su nombre.

También pintaba en las baldosas de la calle, con tizas de colores que se llevaba el agua de la lluvia. Y en la arena, sólo necesitaba un palo para crear un castillo rodeado de estrellas.

Así que a nadie le sorprendió que con tres años cogiera los pinceles y jugara a ser Velázquez. Ni que con cuatro quisiera apuntarse a clases de dibujo.

A Laura le encantaba pintar arco iris. Los pintaba en todos sus dibujos, porque adoraba los colores. También le gustaba pintar flores, escuchar al viento y contemplar las nubes. Y cada año esperaba impaciente la llegada de la primavera, porque con ella llegaba su flor favorita: el diente de león.

Laura soplaba con todas sus fuerzas para pedir un deseo. Y luego observaba cómo se lo llevaba el viento al país de los deseos, un lugar muy lejano en donde imaginaba que alguien los iba archivando para que no se perdieran.

Soplaba un diente de león, y otro y otro más. Un año y otro año. Y siempre pedía el mismo deseo.

Cuando aprendió a escribir, con cinco años, apuntó el deseo que pedía a los dientes de león en una hoja y lo guardó en una cajita.

– Seguro que pide ser una gran pintora de mayor- pensaba su madre.

Pasaron los años y Laura siguió pintando arco iris, flores y montañas. Y pidiendo deseos. Hasta que se hizo mayor y empezó a pintar cuadros y más cuadros.

Sin saber muy bien cómo, de pronto se vio organizando su primera exposición. Su madre estaba orgullosa de ella y Laura, muy nerviosa.

Todo salió perfecto y vendió tres cuadros. Uno de ellos, de un diente de león al atardecer, en primavera.

Su madre recordó la pasión de su hija por esa flor y los deseos que cada año le pedía.

– ¡Se ha cumplido tu deseo!- le dijo.

– Sí- contestó ella.

Y tras la inauguración de la exposición, cada una se fue a su casa.

La madre de Laura se acordó de la cajita de los deseos y la buscó en el trastero. Allí estaba: era una caja pequeña, con forma de corazón y el nombre de su hija escrito por ella, con las letras en minúscula menos una A en mayúscula. Así: «lAura». Y sacó el papel donde había apuntado su deseo.

A la madre de Laura se le escapó una lágrima de emoción. Se había cumplido su deseo, pero no era el que ella pensaba. Guardó la nota y en ese momento se sintió la persona más feliz del mundo.

La nota decía, con letra infantil: «Deseo que cuando sea una pintora famosa mi madre esté a mi lado».