This is the story of how I became my best teacher

Yo, aunque era siempre la mejor estudiante, llegué a ser la peor profesora de mí misma ¿Qué significa esto?


Les cuento la frustrante historia de la relación entre mi inglés y yo.

En Venezuela, la enseñanza del inglés en la escuela primaria y secundaria equivale un poco a lo que es, aquí en Estados Unidos, la enseñanza del español. Años y años de aprender a saludar, algunas palabras aisladas de contextos, y una que otra lista de verbos en tiempos presentes.

Con un libro casi totalmente en español con oraciones en inglés bien acompañadas de su traducción, oraciones éstas que tenían vacíos vocabulares, y que yo, con mi ya prematura facilidad para la comprensión de los sistemas lingüísticos, era experta en llenar correctamente.

Ah, también en esos años, que bien podrían sumar más de 6, tenía profesores muy latinos, pero que sonaban, a mis oídos, como un personaje secundario salido de una película extranjera, y a quien muchas veces, nosotros, sus estudiantes, llamábamos gringo, por aquello de quedarse a medio andar entre hablar español o inglés fluidos. Mis calificaciones en inglés no podían ser mejores.

Después, dado mi interés por viajar, y habiendo aprendido el portugués a carta cabal, pues viví, estudié y trabajé un tiempo en ese país vecino, me decidí a inscribirme en la mejor escuela de idiomas de mi ciudad. Quería hablar inglés especialmente para poder intercambiar con mis pares internacionales en congresos o acceder a artículos y libros. Para ese momento, ya era lingüista y profesora en Venezuela de español para nativos, entonces mi juicio gramatical para absorber racionalmente las estructuras de otra lengua era notorio. Y sí, en cierto modo ese juicio era un buen aliado, pero la mayoría de las veces mi peor enemigo.

Progresaba de unidades y niveles comprendiendo contenidos y completando exitosamente todos los ejercicios. En clase, era valorada por mis siempre notas altas y mi solidaridad, porque les daba con solvencia lecciones de inglés a mis amigos, que si los auxiliares y modales, el pretérito perfecto, que si la estructura de la pregunta, que si es un nombre o un adjetivo. Pero a la hora de hablar, entre la tartamudez y el silencio, la respuesta, para sacarme del foso, la terminaban dando, con eficiencia comunicativa, esos mismos amigos. Y claro, yo hasta investigué Pemón, lo que no significó que hablara ni de cerca la lengua. A fin de cuentas, comprender la lengua como sistema no es comprender a un nativo cuando se expresa con ella.

Viajaba a los Estados Unidos con mis hijos en períodos de vacaciones y acudía a ellos en búsqueda de auxilio para pedir un Hot Dog, saber dónde está el baño o, a falta de GPS, llegar hasta algún sitio, porque ellos, a cuenta del uso de videogames, series de TV y canciones, ya tenían conversaciones en inglés con sus amigos.

Justo antes de mudarme a los Estados Unidos terminé con ¨éxito¨ el curso de inglés, sin poder hasta el momento decir algo que sonara un poco gringo.

Al llegar a este país me puse a estudiar inglés, y por fortuna, a hacer lo que sé muy bien y hago siempre con pasión, enseñar español. También por fortuna en la nueva experiencia de estudio del inglés había algunos signos de inmersión: un profesor nativo, libros en inglés, y algunos pocos lugares donde me veía obligada a usar algo de lo aprendido. Pero hasta allí, punto. Porque en mi entorno familiar, de entretenimiento, profesional, y comercial, e incluso en el mismo salón de estudio, mi radar de hispanidad estaba siempre encendido.

Había que hacer nuevos amigos, y los mejores parecían ser latinos. Había que ir al supermercado, siempre un carnicero texano quería practicar su español conmigo. Había que hablar por teléfono, y la opción en español era un bálsamo para mi oído ¿Cuándo hablaba inglés? Nunca, ni con el vecino.

¿Y a que no adivinan qué? Aquí en Estados Unidos en esa primera academia en la que enseñé español, fui por un tiempo Coordinadora Académica, y una de mis tareas era seleccionar profesores. Pero la academia ofrecía clases de español, portugués e inglés, así que reclutaba y entrenaba a profesores nativos para esas lenguas también. Resulta que para mi sorpresa me resultaba sencillo.

Sí, es cierto, a los aspirantes de inglés les preguntaba intencionadamente las razones fonetológicas de una pronunciación,
o la diferencia entre una contracción y otra, o sobre la omisión de relativos, o la presencia o no del subjuntivo, y pasó que algunas veces sabía más yo que ellos mismos.

Y así pasaron los años y yo continuaba atascada en un modo que llamé suicidio comunicativo. Miraba con admiración el progreso de mis estudiantes desde el día 1. Con mis estudiantes aplicaba y aplico inmersión absoluta en el aula, métodos comunicativos, enfoques por metas, privilegio de la comprensión y el habla. A mis estudiantes les daba y doy toda clase de estímulo y recomendación para activar la presencia del español en sus entornos: que cambien la tecnología de habla a español, que sigan cuentas de redes, que se inscriban en clases de inmersión. Con mis estudiantes tenía y tengo comunicación permanente en español fuera del aula: les envío publicaciones, chistes, videos míos, podcasts. A mis estudiantes les regalo libros, los hago cantar, los invito a conciertos, los pongo a cocinar conmigo.

A mis estudiantes les muestro y hago conocer y amar nuestra cultura, nuestros países, a nuestros artistas.

Un día me pregunté qué tienen ellos que yo no, que ellos progresan y yo no. Y allí estaba la respuesta. Además de la constancia y la dedicación, realmente dignos de admirar, mis estudiantes han activado un mundo hispano y que les carga de motivación, e irónicamente, en este país, yo también, la diferencia es que yo he estado queriendo aprender inglés. De manera que el mundo que yo debía activar era otro.

Y aunque suene un poco arrogante, una de las llaves con y por la que abren ese mundo, soy yo. Hacen exactamente lo que la profesora les dice y tienen una excelente profesora, así que son, no solo como yo en el pasado, buenos estudiantes lo que se mide por calificaciones, sino que son realmente exitosos y esto lo miden sus comunicaciones.

Desde que decidí ser mi estudiante y hacer lo que digo que es bueno, he progresado en mi inglés. Ahora sí puedo decir que soy la mejor profesora, también para mí.

La clave está en el mismo lema de mi escuela Spanish in Action, entonces me dije: English in Action mi querida, y aquí estoy, escalando de nivel.

 

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¿Aprendes otra lengua? ¿Cuál es tu historia?

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