Podcast de Prácticas de Compresión Oral
Nivel Intermedio y Nivel Avanzado.

Hoy escuchamos: Clarisa, un cuento de «Cuentos de Eva Luna», de Isabel Allende. Adaptación de Andrea Gavio.

1 Antes de escuchar la historia busca en el diccionario el significado de 10 palabras que tal vez no conozcas.

  • Deleitaba 
  • Vacilación
  • Cosiendo
  • Tropezó
  • Asalto
  • Amarrar
  • Masculló
  • Castigarlo
  • Mejillas
  • Purgatorio

2 Escucha la historia.

3 Responde las siguientes preguntas.

¿Clarisa vivía sola?
¿Dónde estaba Clarisa cuando se encontró con el ladrón?
¿Finalmente el ladrón robó a Clarisa?
¿Era un ladrón experimentado?
¿Clarisa actuó de forma habitual frente al asalto que iba a sufrir?

4 Finalmente, lee el cuento Clarisa:

Clarisa se casó con su marido porque fue el primero que se lo pidió, y a sus padres les pareció que un juez era el mejor partido posible.
Ella dejó el sobrio bienestar del hogar paterno y se acomodó a la avaricia y la vulgaridad de su marido, sin pretender una fortuna mejor. La única vez que se le oyó un comentario nostálgico por los refinamientos del pasado, fue a propósito de un piano de cola con el cual se deleitaba de niña. Así nos enteramos de su afición por la música y mucho más tarde, cuando ya era anciana, un grupo de amigos le regalamos un modesto piano. Para entonces ella había pasado casi sesenta años sin ver un teclado de cerca, pero se sentó en el taburete, y tocó de memoria, y sin la menor vacilación, un nocturno de Chopin. El piano pasó a ser su mejor compañía luego de la muerte de su esposo.
Clarisa poseía una ilimitada comprensión por las debilidades humanas. Una noche, cuando ya era una anciana de pelo blanco, se encontraba cosiendo en su cuarto cuando escuchó ruidos infrecuentes en la casa. Se levantó para averiguar de qué se trataba, pero no alcanzó a salir, porque en la puerta se tropezó de frente con un hombre que le puso un cuchillo en el cuello.

– Silencio, puta, o te despacho de un sólo corte – la amenazó.
– No es aquí, hijo. Las damas de la noche están al otro lado de la calle, donde tienen música.
– No te burles, esto es un asalto.
– ¿Cómo dices? -sonrió incrédula Clarisa- ¿Y qué me vas a robar a mi?
– Siéntate en esa silla,voy a amarrarte.
– De ninguna manera, hijo, puedo ser tu madre, no me faltes el respeto.
– ¡ Siéntate !
– No grites, porque vas a asustar a mi marido, que está delicado de salud.Y de paso guarda ese cuchillo, que puedes herir a alguien -dijo Clarisa.
– Oiga, señora, yo vine a robar -masculló el asaltante desconcertado.
-No, esto no es un robo.Yo no voy a dejar que cometas un pecado. Te voy a dar dinero por mi propia voluntad. No me lo estarás quitando, te lo estoy dando. ¿Está claro? -fue a su cartera y sacó lo que quedaba para el resto de la semana- No tengo más. Somos una familia bastante pobre, como ves. Acompáñame a la cocina, que voy a poner la tetera.

El hombre se guardó el cuchillo y la siguió con los billetes en la mano. Clarisa preparó té para ambos, sirvió las últimas galletas que le quedaban y lo invitó a sentarse en la sala.
– ¿De dónde sacó la peregrina idea de robarle a esta vieja?
El ladrón le contó que la había observado durante días, sabía que vivía sola y pensó que en aquel caserón había algo que llevarse. Ése era el primer asalto, dijo, tenía cuatro hijos, estaba sin trabajo y no podía llegar otra vez con las manos vacías. Ella le hizo ver que el riesgo era demasiado grande, no sólo podían llevarlo preso, sino que podía condenarse al infierno, aunque en verdad ella dudaba que Dios fuera a castigarlo con tanto rigor, a lo más iría a parar al purgatorio, siempre que se arrepintiera y no volviera a hacerlo, por supuesto.

Le ofreció incorporarlo a la lista de sus protegidos y le prometió que no les informaría a las autoridades. Se despidieron con un par de besos en las mejillas. En los diez años siguientes, hasta la muerte de Clarisa, el hombre le enviaba por correo, un pequeño regalo en cada navidad.

FIN