Equivocarse es perfecto

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Cuando un niño está aprendiendo a caminar y se cae la madre lo aplaude y levanta. Y el niño una vez deja de llorar, se yergue de nuevo y avanza al menos un par de pasos más acercándose a lo que quiere agarrar.

Cuando un adolescente va a besar por primera vez tiene temor de hacerlo mal o bien, pero lo hace porque su atracción por el otro es tal que no hay miedo que lo detenga.

Son muchas las actividades, cotidianas y trascendentales, que hace un individuo para aprender las diferentes habilidades necesarias para desenvolverse en el mundo.

Caminar, besar, cocinar son apenas tres verbos regulares de la primera conjugación (-AR) pero hay cientos más de este tipo, irregulares y terminados también en -ER e -IR. Cientos más de acciones que ejecutamos por primera vez y a las que nos acercaremos siempre con miedo al fracaso.

Pero qué hace que no nos detengamos, el impulso de alcanzar la meta. Sólo eso. Y la meta no es el paso, sino el objeto que quiere alcanzar el niño. La meta no es el beso sino la conquista del otro. La meta no es la cocción sino la gustosa comida.

Errare humanum est es una expresión en latín que significa literalmente en español: “Errar es humano”. Por fortuna, la hemos oído muchísimas veces, porque hay gente que nos la ha dicho para apoyarnos en algún momento en el que hemos errado.

Se considera que equivocarse es intrínseco a la naturaleza humana, por lo que hay que aceptar los errores, y aprender de ellos para evitar que se repitan.

Pero parece que nos resistimos a ser humanos y nos creemos super poderosos o divinos. Nos seguimos frustrando y castigando frente a un error.

Pues bien, esa misma filosofía y actitud que tenemos frente al error en la vida es aplicable al aprendizaje de una lengua extranjera.

Aunque hay una gran diferencia entre el estudiante de una lengua y el crecimiento natural de un ser humano. El aprendiz de una lengua pasa por “la primera vez” muchas veces cada día, incluso en una misma clase.

Cada vez que conoce y entonces usa una palabra, una estructura, una forma de derivar una palabra de otra, es una primera vez. Son muchas primeras veces en lo que para un nativo es una simple oración como: Anteayer fui a ver una película que me encantó.

Analicemos:

Anteayer es una palabra compuesta: aprendizaje nuevo.

Fui a ver es una perífrasis verbal, frase verbal en pasado opuesta a la estructura futura: aprendizaje nuevo.

Que es allí un pronombre relativo en función de sujeto: aprendizaje nuevo.

Me encantó es un verbo de afección psíquica y entonces no sigue el orden regular de la estructura sintáctica: aprendizaje nuevo.

Aunque no es así, desglosado en categorías y funciones gramaticales, cómo hacemos adquirir cada nueva oración, lo que intento decir es que detrás de ella hay un mínimo de 4 errores anunciados al tratar de construir esta oración.

Pero la verdad es que son muchos más, porque cada uno de esos elementos trae consigo caídas y levantadas, sí, en plural.

Y como la madre al niño, cada caída y levantada merece un aplauso.

El aplauso en este caso es un símbolo que expresa cómo el maestro va empoderando al estudiante. Llenándolo de energía positiva, poder y valentía para enfrentar nuevas caídas y aprendizajes.

Tres consejos te damos para que tengas en cuenta siempre que te equivoques, en la vida y, sobre todo, en la lengua:

  1. Métele humor. Ríanse juntos, profesores y estudiantes, de los errores. Busquen a qué suena lo que han dicho, qué podría significar, reconozcan lo creativo que ha sido su cerebro al armar esa palabra. Si dices inventación en lugar de invento. Hay una lógica lingüística creativa detrás que vale la pena elogiar. O el típico me amo viajar, es cierto que no es una oración correcta, pero hacer un viaje interior siempre es necesario. Juega con tus intentos.
  2. Ve la lección que hay en cada error. Date cuenta de que si no yerras no habría posibilidad de que tu profesor desglosara el saber que hay alrededor de lo que has dicho. El desglose anterior, por ejemplo, podría haber surgido de un intento como: Yo encantó la película pasado ayer. Un pequeño error abre la puerta a una gran lección.
  3. Elogia cada acierto incluso en el desacierto. La autoestima lingüística en el proceso es muy importante, ayuda a superar las situaciones estresantes. Pongamos el caso de la comprensión auditiva, por ejemplo, que muchas veces los frustra antes de oír la primera frase. Elogia lo que hayas comprendido. Comprendiste el 10%, pues elógiate. No destruyas tu intento enfocándote en el 90 restante.

De cada error se aprende:

En primer lugar, a comprender por qué lo hiciste;

En segundo, a encontrar más fácilmente una vía para evitarlo;

En tercer lugar, a valorar la ayuda de las demás personas.

No temamos equivocarnos, en la vida, en la clase, como niños, adolescentes o adultos, como estudiantes o profesionales, más bien aprendamos a aprender de los errores.

Hay empresas que eligen a sus empleados una vez han identificado que hubieran cometido muchos errores, pues eso significa que cuentan con mucha experiencia y capacidad de sobreponerse.

Claro que hay equivocaciones a equivocaciones. No es lo mismo equivocarse al conjugar un verbo, que al elegir un tratamiento médico para sanar a un enfermo. Por fortuna, nuestras clases no salvan vidas, aunque sí las mejoran.

Bienvenidos los errores, sean por falta de experiencia y práctica, por desconocimiento, o por falta de autodominio.

En cualquier caso, errar es de humanos, y en clase de lengua es perfecto.

Para nosotros, eres un ave aprendiendo a volar.

Cuando un ave hace sus primeros intentos de vuelo, el mismo día de nacida, apenas si logra saltos en tierra. Su primer vuelo es torpe, pero sus caídas, de la primera a la última, siempre son de pie.