¿Aprender un idioma como si fuera tu lengua materna? Really?

Por Georgina Palencia

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¿Has oído una y otra vez que un adulto debe aprender una nueva lengua como aprendió la materna, solo por imitación y repetición? Seguro que sí porque es mucha la teoría que se generó el siglo pasado, y mucho más el mercadeo actual que lo afirma. Pero yo soy de las que opina, como otras corrientes y otros profesores de español, que esto no es posible.

Como profesora de español, quiero contarte por qué lo pienso y por qué soy más de la tendencia de la lingüística contemporánea de este siglo. Y atención porque en mis razones hay dos caras la pesimista o negativa y la optimista o positiva, así que es tu decisión cuál cara es la tuya.

Sí, los adultos aprenden idiomas de manera diferente a los niños.

Cuando somos adultos, nuestra estructura mental no es la misma. Si bien los niños aprenden idiomas de forma instintiva, como si estuvieran programados para adquirirlos, pierden esta capacidad al llegar a la pubertad. Alrededor de los 12 ó 13 años, el cerebro esencialmente se solidifica, cambiando radicalmente su forma, y con ello, sus procesos de adquisición de conocimiento y destrezas, incluido el del aprendizaje de idiomas.

Esta es probablemente la principal razón por la que es más difícil para los adultos, a diferencia de los niños, aprender nuevos idiomas, especialmente sin acentos o con las características propias de una lengua materna. Y al mismo tiempo, es también la razón por la que los adultos no deberían pretender, ni tampoco las escuelas de idiomas, aprender o enseñar un nuevo idioma de la misma manera que se aprende la lengua materna.

¿Esto es algo negativo? No. Solo que esto demanda un proceso diferente. Lo que sí es cierto es que mientras menos rígida sea la mente de un estudiante de lenguas, más fácil será para él apropiarse de ese nuevo conocimiento y de esas nuevas estructuras. Si estás estudiando español, u otra lengua, y ya sabes que no eres caracterizado como una persona muy flexible, es tu momento para comenzar a practicar la flexibilidad, incluso en otras áreas de tu vida. Es hora de permitirte ser menos rígido en tu vida personal, y eso te hará más fácil el camino de adquisición de una nueva lengua. Así que no lo veas como una desventaja, velo como una gran oportunidad.

Y aquí tienes una ventaja clara. Un adulto ya conoce un sistema completo de gramática y vocabulario, el de su propia lengua materna. Así que puede aprender nuevos idiomas también rápido al relacionar la gramática, la sintaxis y el vocabulario del idioma que ya conoce con el que están tratando de aprender. La clave es utilizar el conocimiento de su lengua materna, o incluso de otra lengua que hayan adquirido, como palanca para aprender el nuevo idioma. Y claro, es cierto que también esto, que claramente es una ventaja, puede ser un inconveniente si el profesor o el estudiante están siempre en la búsqueda de equivalentes, de literalidad, de similaridad; este podría ser el camino a la frustración. Lo que digo es que las conexiones posibles, de convergencia o divergencia, aceleran el paso. Y, por cierto, esa también es una característica que comparten niños y adultos: la capacidad asociativa. Los primeros la utilizan más para la creación de sus mundos imaginarios, y los segundos para la concreción de sus análisis. Las epifanías, las llamo yo en clase, los alumbramientos.

Lo último de lo que quiero hablarte es justamente de nuestra capacidad de análisis cuando somos adultos. Es un arma de doble filo. Además de aquello de la excesiva búsqueda de conexiones entre la lengua materna y la de aprendizaje, el estudiante podría padecer de una obsesiva búsqueda de correcciones o perfecciones, así como en una obsesiva búsqueda de porqués. Y entonces, así como nuestra capacidad de análisis podría ser nuestra aliada, podría también hundirnos cuando aprendemos un nuevo idioma, especialmente en las habilidades de escucha y de habla.

No preguntar por qué es una buena idea como propósito. Sustituir el por qué por el cómo es una mejor idea.

Otro ejemplo de despropósito alineado a nuestro excesivo análisis es este. A ver si te resuena.

Si escuchamos una canción y entonces cuestionamos que el objeto directo no esté unido al verbo por la preposición a, por ejemplo, realmente no cuestionamos la canción ni decimos: ok, tal vez en la búsqueda de la estructura métrica de esa canción, la a era un obstáculo. No. Lo típico es que el estudiante ponga en tela de juicio sus saberes, porque se reconoce débil ante un nativo. Otro ejemplo: si en el momento del habla, una vez usado un verbo indefinido, en ese proceso de automonitoreo, el estudiante identifica que lo correcto habría sido el pretérito perfecto, comienza su cadena de autojuicio y por lo tanto de atropellamiento. Ya no está concentrado creando su comunicación, sino creando sus autoenemigos.

Con este empeño analítico la invitación que les hago a mis estudiantes siempre es a analizar no sus productos lingüísticos sino sus motivaciones a producirlos. Los invito a tomar conciencia de que están sumergidos en un proceso por el que merecen ser aplaudidos desde que tomaron la decisión de querer aprender otro idioma.

Nada de seguir pretendiendo que son niños en ese proceso de aprender un nuevo idioma. No. El niño, al aprender su lengua materna o un nuevo idioma, no toma la decisión. En esto, el adulto le gana al niño. El adulto toma su decisión, en un acto de valentía y coraje, y se invita a una aventura de caminos desconocidos, como la expresión más genuina de su deseo de sentirse vivos.

 

Hasta pronto.